24 septiembre 2011

España invertebrada - Jose Ortega y Gasset

Título: España invertebrada
Autor: José Ortega y Gasset
Editorial: Leída edición de Editorial Planeta DeAgostini
Colección: Grandes pensadores españoles
Materias: Ensayo, Filosofía, Política, España
Nacionalidad: España
Año de publicación: 1921. Leída edición 2010
ISBN:
978-84-674-9436-5
Precio: 2'95 €

120 págs.

Leer España invertebrada

Sinopsis:

En España invertebrada, José Ortega y Gasset (1883-1955) se propuso analizar la crisis política y social de la España de su época. Aplicando el método de la razón histórica, realizó un estudio del proceso general de integración y descomposición de las naciones, así como la explicación de fenómenos característicos de la historia de España. Según Ortega, la desarticulación de España como nación radica en la crisis histórica de su proyecto de vida en común: "era la propia España el problema primero de cualquier política". La acción directa de determinados grupos sociales, los pronunciamientos, los regionalismos y los separatismos (empezando por la propia Castilla), son reflejo de un "proceso de desintegración que avanza en riguroso orden dice el filósofo, desde la periferia al centro, de forma que el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de una dispersión interpeninsular". Todo su planteamiento convierte este libro en un clásico del pensamiento.

Un libro muy interesante para entender la España de aquella época y porqué no decirlo, la actual, que guarda algunas semejanzas con aquella de hace ya casi un siglo.

Aunque el post se va a hacer extensísimo, me gustaría compartir algunas de las reflexiones que Ortega nos muestra en esta gran obra que es España invertebrada:

Pág. 17. "Es tan desmesurada nuestra evaluación del pasado peninsular, que por fuerza ha de deformar nuestros juicios sobre el presente. Por una curiosa inversión de las potenciasimaginativas, suele el español hacerse ilusiones sobre su pasado en vez de hacérselas sobre el porvenir, que sería más fecundo. Hay quien se consuela de las derrotas que hoy nos inflingen los moros, recordando que el Cid exisió, en vez de preferir almacenar en el pasado los desastres y procurar victorias para el presente. En nada aparece tan claro este nocivo influjo del antaño como en la producción intelectual. ¡Cuánto no ha estorbado y sigue estorbando para que hagamos ciencia y arte nuevos, por lo menos actuales, la idea de que en el pasado poseímos una ejemplar culturas, cuhas tradiciones y matrices deben ser perpetuadas!"

Págs. 38-39. "Unos cuantos hombres, movidos por codicias económicas, por soberbias personales, por envidias más o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor no existirías. Los que tienen de estos movimientos secesionistas pareja idea, piensan con lógica consecuencia que la única manera de combatirlos es ahogarlos por directa estrangulación: persiguiendo sus ideas, sus organizaciones y sus hombres"... "Tengo la impresión de que el "unitarismo" que hasta ahora se ha opuesto a catalanistas y bizcaitarras, es un producto de cabezas catalanas y vizcaínas nativamente incapaces -hablo en general y respeto todas las individualidades- para comprender la historia de España. Porque no se le dé vueltas: España es una cosa hecha por Castilla, y hay razones para ir sospechando que, en general, sólo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran poblema de la España integral. Más de una vez me he entretenido imaginando qué habría acontecido si, en lugar de hombres de Castilla, hubieran sido encargados, mil años hace, los "unitarios" de ahora, catalanes y vascos, de forjar esta enrome cosa que llamamos España. Yo sospecho que, aplicando sus métodos y dando con sus testas en el yunque, lejos de arribar a la España una, habrían dejado la Penínsusla convertida en una pululación de mil cantones. Porque, como luego veremos, en el fondo, esa manera de entender los "nacionalismos" y ese sistema de dominarlos es, a su vez, separatismo y particularismo: es catalanismo y bizcaitarrismo, bien que de signo contrario."

Pág. 40: "Las grandes naciones no se han hecho desde dentro, sino desde fuera; sólo una acertada política internacional, política de magnas empresas, hace posible una fecunda política interior, que es siempre, a la postre, política de poco calado"

Pág. 46-47: "...de 1580 hasta el día cuanto en España acontece es decadencia y desintegración. El proceso incorporativo va en crecimiento hasta Felipe II. El año vigésimo de su reinado puede considerarse como la divisoria de los destinos peninsulares. Hasta su cima, la historia de España es ascendente y acumulativa; desde ella hacia nosotros, la historia de España es decadente y dispersiva. El proceso de desintegración avanza en rigoroso orden de la periferia al centro. Primero se desprenden de los Países Bajos y el Milanesado; luego, Nápoles. A principios del siglo XIX se separan las grandes provincias ultramarinas, y a fines de él, las colonias menores de América y Extremo Oriente. En 1900, el cuerpo español ha vuelto a su nativa desnudez peninsular. ¿Termina con esto la desintegración? Será casualidad, pero el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de la dispersión intrapeninsular. En 1900 se empieza a oir el rumor de regionalismos, nacionalismos, separatismos..."

Pág. 48: "Enojos o dificultades que en tiempos de cohesión son fácilmente soportados, parecen intolerables cuando el alma del grupo se ha desintegrado de la convivencia nacional"

Pág. 50: "Toda la actividad que resta se emplea precisamente en "no hacer nada nuevo", en convervar el pasado -instituciones y dogmas-, en sofocar toda iniciación, todo fermento innovador. Castilla se transforma en lo más opuesto a sí misma: se vuelve suspicaz, angosta, sórdida, agria. Ya no se ocupa en potenciar la vida de las otras regiones; celosa de ellas, las abandona a sí mismas y empieza a no enterarse de lo que en ellas pasa.
Si Cataluña o Vasconia hubiesen sido las razas formidables qe ahora se imaginan ser, habrían dado un terrible tirón de Castilla cuando ésta comenzó a hacerse particularista, es decir, a no contar debidamente con ellas. La sacudida en la periferia hubiera acaso despertado las antiguas virtudes del centro y no habrían, por ventura, caído en la perdurable modorra de idiotez y egoísmo que ha sido durante tres siglos de nuestra historia"

Pag. 75: "Es completamente erróneo suponer que el entusiasmo de las masas dependen del valer de los hombres directores. La verdad es estrictamente lo contrario: el valor social de los hombre directores depende de la capacidad de entusiasmo que posea la masa"

Pág. 77: "Se oye hablar a menudo de la "inmoralidad pública", y se entiende por ella la falta de justicia en los tribunales, la simonía en los empleos, el latrocinio en los negocios que dependen del Poder público. Prensa y Parlamente dirigen la atención de los ciudadanos hacia esos delitos como a la causa de nuestra progresiva desomposición. Yo no dudo que padezcamos una abundante dosis de "inmoralidad pública"; pero al mismo tiempo creo que un pueblo sin otra enfermedad más honda que ésa podría pervivir y aún engrosar."

Pág. 94: "Por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando menos, está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se ponen al servicio de los instintos multitudinarios."

Y esto último lo dijo sin haber conocido a la princesa del pueblo, la tal Belén Esteban y toda esa panda de miserables que pululan de televisión en televisión.


Ni que decir tiene que estamos ante un libro que todos deberíamos leer. Para ser un ensayo político-filosófico, el lenguaje es entendible por todos, el propio autor reconoce en ediciones posteriores haberlo adaptado a las masas tras su éxito inicial.

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